VI
La tierra de Jean Bernard
tiene aroma
de paciencia,
de calma
que la inclemencia no pudo
hacer estallar.
Una costa sin un mar,
tres los muelles
y un destierro,
una máscara de hierro y una guerra en la expresión.
La angustia,
la sinrazón,
un velorio sin entierro.
Para algunos,
simple paso para llegar a Alemania,
para otros una extraña sensación sabor ocaso.
Una cumbre,
un pedazo de mansión interpolar,
un callejón estelar con residuos de acidez
que castigan otra vez la tierra
de Jean Bernard.
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