I
Yo vi
que serpenteaba a medianoche la luz que se escondía
de la mañana,
vestida de crayón y porcelana,
perdida en una sombra
y es que anoche perdió su luz la luna
con el broche que mal se pretendió
volver un faro sin mar,
sin playa.
No me queda claro que cosa era,
no entiendo todavía,
la luz,
la circunstancia,
luz de día,
ráfaga que cruzó como un disparo los cielos
del ocaso rojo raro.
La noche,
traicionera,
no detuvo la causa
pero tampoco retuvo el efecto plasmado en todos lados,
mis ojos concibieron
los costados de la brunicidad teñida en cyan,
era la madrugada.
¿Dónde están los ecos de la noche?
¿A dónde fueron las eras?
¿las rutinas?
¿Perecieron?
El aire no contesta.
Un alacrán parece estar inmerso en mi pupila,
pero no despertó tras de mi suela,
me voy,
no sé,
mi barca es una escuela,
mi mapa es una esponja que destila recuerdos que se pierden.
En la fila soy el último,
también el primero.
No sé,
parece que siempre hay un pero colgando de cualquier explicación
y el tiempo, la desnuda sinrazón,
se luce cual verdugo justiciero.
A veces las palabras se me esconden y busco entre las razones ajenas,
no siempre tengo suerte,
las colmenas prefabricadas son malas,
responden a reproches vanos,
no corresponden con la forma de mis alas cuadradas.
Las noches
antes de mis madrugadas se emplazan unas a otras,
no se miran frente a frente,
pero todas suspiran.
Los duendes se fugaron con mis hadas.
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