De los muros colgantes las luces se desprenden
y vuelan como si fueran gritos,
livianas e intensas al mismo tiempo,
delgadas y oscuras como las vísceras de la noche
y la sangre negra hunde sus extremos entre la tierra y el cielo,
entre el cielo y el sueño,
entre el sueño y la muerte.
Se vuelve dificil ponerle nombre a los universos espantosos
y a cada una de sus estrellas,
esas que me fastidian con sus piquetazos en los ojos,
agujas capoteras de hielo
¡Cómo cuesta vivir!
Verte la espalda arqueada igual que las azuleces de la distancia,
tu hombro apuntando al vacío
y tu cabello esparcido en la risa callejera
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