Tercera y penúltima parte de este cuento, se concreta acá la idea de una "sutil" venganza que puede ser buena o mala en su realización, eso ya lo veremos...
La foto de la par es de una margarita...
Bueno, creo que antes le gustaban las margaritas a Ana, y ahora también, pero no las mismas, como que antes las olía y ahora se las bebía, talvez ese era el problema, ella había crecido y yo no, todavía veía caricaturas en la tele y nunca había tenido una relación seria con nadie, pero creo que sería mas honesto por parte de Ana dejarme en paz, ¿no?, no le he hecho nada, bueno, tal vez era eso, talvez ella me quería, a su modo, pero me quería, era demasiado orgullosa para reconocerlo en todo caso, la persona menos vulnerable que he conocido.
El primer punto muerto era emborracharla, yo no podría hacerlo, me quedaba difícil acercármele, sobre todo después de lo de la desnudez, los orines y todo eso, talvez si ponía una droga en su bebida, escopolamina en su almohada o, no se, un mazazo en la cabeza, de cualquier forma, seguía el primer problema, cómo acercarme, no quería involucrar a mi amigo, considerando que podía suceder que me descubrieran a medias, bueno, correr yo con la responsabilidad era una cosa, pero no soy el tipo de persona que involucra a un amigo, no de esa forma, ni en estos casos, o no se, ¿desistir?, era tarde, tenía mi mente concentrada en ello, de pronto pensé algo, una solución bastante burda, algo así como enviarle el veneno por correo, y ahora ¿de donde me venía la palabra veneno?. Y ahora estaba otra vez en el jardín, hace años, cinco, veinte o cuarenta, trataba de acostumbrar mi muñeca a una pulserita de aquellas que se hacen con pita y que tienen un nombre, ah, pulseritas de la amistad les dicen, tenía un nombre por encima “ANA”, para que no me olvides me dijo aquella voz todavía infantil, me besó la mejilla como cuando teníamos cinco años, ahora teníamos quince, disfrutaba particularmente el brillo, el de sus ojos y el de su cabello, era casi como ver el sol al atardecer, no por su color, pero por su intensidad, por su fuerza. Parecía que me quería, parecía que yo la quería también, corté una margarita y la puse en su cabello, me sonrió y caminamos juntos hasta el bus…
…los años han sido malos…
…y aparecí otra vez en el bar.
No tenía la idea muy clara, no tanto como mi intención, pero a la mañana siguiente comencé a dar pasos para llevar a cabo mi acto, fui a una tienda de flores y le envié un arreglo de margaritas, una caja de chocolates, bombones y una botella de vino, todo a nombre de Filomeno quien, según una carta que acompañaba todo, el plan era revivir a Filomeno por última vez, hacerla llegar a un lugar no muy decente y hacer que sus padres la hallaran ahí,¿Qué tal? Al fin de cuentas no habría desnudez.
Creo que la verdadera fuerza de esta treta era hacer revivir a Filomeno, que por cierto no se llamaba en verdad Filomeno (lógicamente), de quien yo si sabía el paradero, en realidad quería ignorarlo, la cosa es que es talvez el único tipo al que Ana si ha querido, ¿Ana queriendo a alguien?, el caso es que este sujeto solo se aprovechaba de ella, ya saben a que me refiero, la chantajeaba sentimentalmente y él obtenía su ganancia sexual, al tiempo alguien le ganó la partida al tal Filomeno, resultó dando prole a otra pobre ilusa, pero lo hicieron quedarse con ella. Ana sufrió mucho por eso, y entonces fue que yo resucité en su vida, he tenido que pagar los platos rotos de Filomeno, pues ella esperaba que yo fuera igual que él, desgraciadamente mi moral y autocontrol la hicieron desesperarse y talvez haya sido esa desesperación la que la hizo hacerme esto que me hizo.
Ahora que Filomeno había dejado a su “esposa” y regresaba arrepentido a conquistar a Ana (todo eso según mi carta, ¡¡¡jua, jua, jua!!!), ella estaba segura de que su felicidad estaba cercana, la veía sonreír a menudo, de verdad que lucía feliz, según ella me hacía sufrir al alejarse de mí sin darme explicaciones, yo me mataba de la risa porque sabía lo que ella tenía en mente, ella no lo sabía, yo era el Filomeno de las cartas. Definitivamente era mejor que matarla.
El primer punto muerto era emborracharla, yo no podría hacerlo, me quedaba difícil acercármele, sobre todo después de lo de la desnudez, los orines y todo eso, talvez si ponía una droga en su bebida, escopolamina en su almohada o, no se, un mazazo en la cabeza, de cualquier forma, seguía el primer problema, cómo acercarme, no quería involucrar a mi amigo, considerando que podía suceder que me descubrieran a medias, bueno, correr yo con la responsabilidad era una cosa, pero no soy el tipo de persona que involucra a un amigo, no de esa forma, ni en estos casos, o no se, ¿desistir?, era tarde, tenía mi mente concentrada en ello, de pronto pensé algo, una solución bastante burda, algo así como enviarle el veneno por correo, y ahora ¿de donde me venía la palabra veneno?. Y ahora estaba otra vez en el jardín, hace años, cinco, veinte o cuarenta, trataba de acostumbrar mi muñeca a una pulserita de aquellas que se hacen con pita y que tienen un nombre, ah, pulseritas de la amistad les dicen, tenía un nombre por encima “ANA”, para que no me olvides me dijo aquella voz todavía infantil, me besó la mejilla como cuando teníamos cinco años, ahora teníamos quince, disfrutaba particularmente el brillo, el de sus ojos y el de su cabello, era casi como ver el sol al atardecer, no por su color, pero por su intensidad, por su fuerza. Parecía que me quería, parecía que yo la quería también, corté una margarita y la puse en su cabello, me sonrió y caminamos juntos hasta el bus…
…los años han sido malos…
…y aparecí otra vez en el bar.
No tenía la idea muy clara, no tanto como mi intención, pero a la mañana siguiente comencé a dar pasos para llevar a cabo mi acto, fui a una tienda de flores y le envié un arreglo de margaritas, una caja de chocolates, bombones y una botella de vino, todo a nombre de Filomeno quien, según una carta que acompañaba todo, el plan era revivir a Filomeno por última vez, hacerla llegar a un lugar no muy decente y hacer que sus padres la hallaran ahí,¿Qué tal? Al fin de cuentas no habría desnudez.
Creo que la verdadera fuerza de esta treta era hacer revivir a Filomeno, que por cierto no se llamaba en verdad Filomeno (lógicamente), de quien yo si sabía el paradero, en realidad quería ignorarlo, la cosa es que es talvez el único tipo al que Ana si ha querido, ¿Ana queriendo a alguien?, el caso es que este sujeto solo se aprovechaba de ella, ya saben a que me refiero, la chantajeaba sentimentalmente y él obtenía su ganancia sexual, al tiempo alguien le ganó la partida al tal Filomeno, resultó dando prole a otra pobre ilusa, pero lo hicieron quedarse con ella. Ana sufrió mucho por eso, y entonces fue que yo resucité en su vida, he tenido que pagar los platos rotos de Filomeno, pues ella esperaba que yo fuera igual que él, desgraciadamente mi moral y autocontrol la hicieron desesperarse y talvez haya sido esa desesperación la que la hizo hacerme esto que me hizo.
Ahora que Filomeno había dejado a su “esposa” y regresaba arrepentido a conquistar a Ana (todo eso según mi carta, ¡¡¡jua, jua, jua!!!), ella estaba segura de que su felicidad estaba cercana, la veía sonreír a menudo, de verdad que lucía feliz, según ella me hacía sufrir al alejarse de mí sin darme explicaciones, yo me mataba de la risa porque sabía lo que ella tenía en mente, ella no lo sabía, yo era el Filomeno de las cartas. Definitivamente era mejor que matarla.
Continuará la próxima semana...
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