Segunda parte de este cuento, en esta parte se intriga un poco la cosa, pero vemos algunos aspectos que quizá de inicio no habían quedado muy claros.
La Ilustración es de Charles Allan Gilbert, se llama "All is Vanity"...
Ahora que lo recuerdo es gracioso pensar como haces cosas que no harías y luego no recuerdas haberlas hecho, o es eso o es que no has hecho nada que no harías pero como de todas formas no te vas a recordar te hacen creer que hiciste cosas que no hiciste, ¿Qué diferencia hay?, de todas formas la culpa y la consecuencia no serán fáciles de eludir, a no ser que tengas costumbre de hacerlo. Se que no le hice nada a Ana, no tengo pruebas pero lo sé, y en el fondo se que ella lo sabe también, nunca ha sabido mentir, dice que me bebí tanto alcohol que no alcanzó para que ella se mareara siquiera, y que me puse violento y que tiré las fotos, y que maldije a Filomeno, y que me oriné en su perro de fieltro, y que a base de fuerza le hice no se que cosas vergonzosas de contar a ella y bueno, que cuando llegaron sus papás me hallaron sin ropa en la sala, pero no podía ser posible, me mata de vergüenza la idea de desnudarme en público. Se que eso no sucedió, pero no puedo probarlo, no se que pretende Ana, solo puede ser un extraño y mórbido deseo de hacerme daño, pues nunca ha querido aceptar un verdadero compromiso conmigo, los dos sabemos muy bien que ella no me ama, y es mas, yo tampoco la amo, de cualquier manera es lógico suponer que esta treta solo tiene dos posibilidades, o es una estratagema cuya única finalidad es hacerme daño, o es verdad.
Ana no es el tipo de persona que de verdad ama, eso es triste, pero si la conocieran seguramente la odiarían, se ama demasiado a sí misma, cree que es mas importante de lo que en verdad es, y nunca le ha importado los sentimientos de las demás personas, se aprovecha siempre que puede, nunca pierde y siempre encuentra un idiota, parece que en este momento yo era ese idiota, y ¿Qué me queda? buu, juu, juu, mojarme los ojos y eso, no, esta vez ya no, tenía que darle una lección, algo grave esta vez, bien, repasemos los hechos, sus padres me hallaron desnudo en la sala de su casa, es la única cosa que pasó y se que sí pasó y es la única cosa de todas las que me achacaron que no habría hecho, que cómico, ¿no?.
Sabía que había algo detrás de todo esto, talvez su papá me mataría, pero que beneficio obtendría Ana de ello, su papá en prisión, yo muerto, ella, una madre soltera, su madre con los ojos arrugados de tanto lloriquear, Filomeno riéndose desde el infierno, de pronto pensé en mi amigo, el del Tercelito, no tenía nada que ver, pero sería gracioso ir a tomar unas cervecitas con él, con suerte se apiade de mí y me mate.
Tenía los brazos adoloridos, la cara aún raspada y muchos moretones en el cuerpo después de que su papá me echara de la casa por las escaleras, y así desnudo tapándome con lo que podía y entrando por la ventana de mi cuarto me hallé por fin a salvo, nunca creí que cinco cuadras fueran tantos metros, le contaba la historia a mi amigo para que me ayudara a fraguar una buena venganza, o al menos que me ayudara a limpiar mi nombre, no tenía en mente algo tan grave como un homicidio, pero no se de donde me salió la palabra homicidio, ¿Qué tal? Cada vez me hundía un poquito más. Menos mal que no estaba solo, mi amigo me hizo desistir de aquella estupidez, bueno, en realidad no era un plan, sino una simple rabieta de borracho, algo no digno de tomarse en serio, mas o menos como las “Guerras de Regalos”, si, algo así era lo que quería hacerle, solamente que me la pagara.
Partimos de la lógica, algo mas o menos concreto, digo, si borracho me había engañado, lo mejor sería que borracha le hiciéramos confesar su mentira y mejor aún, ponerla en ridículo, era una buena idea, me mataba de la risa de solo pensarlo, es que imagínate a la persona que te quiso arruinar, si, imagínatela, borracha y desnuda, es tan risible que casi no puedo escribir, me imagino que así se reía ella cuando fraguaba la bromita que me jugó, ah, que sabrosa es la venganza, eso creía yo, y de pronto me vi remontado a unos cuantos años atrás, no se cuantos, cinco o veinte años, cuarenta talvez, si tuviera mas de cuarenta, y pude ver a la chica de las trenzas doradas, era como atractiva, pero los dos teníamos cinco años, cuando uno es niño siente una extraña filia que no se puede describir, es como si supiéramos sin temor a equivocarnos, quien es una persona digna de nuestro amor, como mi maestra de segundo primaria, si, se que suena bizarro, pero bueno, estaba en que teníamos cinco años cada uno, las mejillas coloradas le daban un aspecto como de caricatura china, y su vestidito a cuadros, vaya este recuerdo sí que era vívido, y yo, con mis rodillas enlodadas, y una espina en mi mano pues había ido a cortar una flor para esa niña, una margarita grande, lógico que la espina era de otra cosa, de una rosa que deseché por no tener personalidad, a mi juicio era mas valiosa una planta que se parece al sol a una que parece una víscera de no se que animal, ridículo pero las flores rojas no me gustaban, se me hacían como sangrientas, (es una larga historia que no me detendré a contar pero quizás algún día). Bueno, el caso es que le daba la flor a la chiquilla, no recordaba que fuera yo tan caballero a esa edad, pero se la di, ella me besó la mejilla, me olvidé por completo de la espina y de pronto estaba de vuelta en el bar, eso era lo que quería, ahora lo entendía claramente, lo que nunca había recibido y estaba loco si pensaba que algún día recibiría por parte de una persona como Ana, aquí viene la parte cómica, la niña era Ana, dime si los años no son crueles…
Ana no es el tipo de persona que de verdad ama, eso es triste, pero si la conocieran seguramente la odiarían, se ama demasiado a sí misma, cree que es mas importante de lo que en verdad es, y nunca le ha importado los sentimientos de las demás personas, se aprovecha siempre que puede, nunca pierde y siempre encuentra un idiota, parece que en este momento yo era ese idiota, y ¿Qué me queda? buu, juu, juu, mojarme los ojos y eso, no, esta vez ya no, tenía que darle una lección, algo grave esta vez, bien, repasemos los hechos, sus padres me hallaron desnudo en la sala de su casa, es la única cosa que pasó y se que sí pasó y es la única cosa de todas las que me achacaron que no habría hecho, que cómico, ¿no?.
Sabía que había algo detrás de todo esto, talvez su papá me mataría, pero que beneficio obtendría Ana de ello, su papá en prisión, yo muerto, ella, una madre soltera, su madre con los ojos arrugados de tanto lloriquear, Filomeno riéndose desde el infierno, de pronto pensé en mi amigo, el del Tercelito, no tenía nada que ver, pero sería gracioso ir a tomar unas cervecitas con él, con suerte se apiade de mí y me mate.
Tenía los brazos adoloridos, la cara aún raspada y muchos moretones en el cuerpo después de que su papá me echara de la casa por las escaleras, y así desnudo tapándome con lo que podía y entrando por la ventana de mi cuarto me hallé por fin a salvo, nunca creí que cinco cuadras fueran tantos metros, le contaba la historia a mi amigo para que me ayudara a fraguar una buena venganza, o al menos que me ayudara a limpiar mi nombre, no tenía en mente algo tan grave como un homicidio, pero no se de donde me salió la palabra homicidio, ¿Qué tal? Cada vez me hundía un poquito más. Menos mal que no estaba solo, mi amigo me hizo desistir de aquella estupidez, bueno, en realidad no era un plan, sino una simple rabieta de borracho, algo no digno de tomarse en serio, mas o menos como las “Guerras de Regalos”, si, algo así era lo que quería hacerle, solamente que me la pagara.
Partimos de la lógica, algo mas o menos concreto, digo, si borracho me había engañado, lo mejor sería que borracha le hiciéramos confesar su mentira y mejor aún, ponerla en ridículo, era una buena idea, me mataba de la risa de solo pensarlo, es que imagínate a la persona que te quiso arruinar, si, imagínatela, borracha y desnuda, es tan risible que casi no puedo escribir, me imagino que así se reía ella cuando fraguaba la bromita que me jugó, ah, que sabrosa es la venganza, eso creía yo, y de pronto me vi remontado a unos cuantos años atrás, no se cuantos, cinco o veinte años, cuarenta talvez, si tuviera mas de cuarenta, y pude ver a la chica de las trenzas doradas, era como atractiva, pero los dos teníamos cinco años, cuando uno es niño siente una extraña filia que no se puede describir, es como si supiéramos sin temor a equivocarnos, quien es una persona digna de nuestro amor, como mi maestra de segundo primaria, si, se que suena bizarro, pero bueno, estaba en que teníamos cinco años cada uno, las mejillas coloradas le daban un aspecto como de caricatura china, y su vestidito a cuadros, vaya este recuerdo sí que era vívido, y yo, con mis rodillas enlodadas, y una espina en mi mano pues había ido a cortar una flor para esa niña, una margarita grande, lógico que la espina era de otra cosa, de una rosa que deseché por no tener personalidad, a mi juicio era mas valiosa una planta que se parece al sol a una que parece una víscera de no se que animal, ridículo pero las flores rojas no me gustaban, se me hacían como sangrientas, (es una larga historia que no me detendré a contar pero quizás algún día). Bueno, el caso es que le daba la flor a la chiquilla, no recordaba que fuera yo tan caballero a esa edad, pero se la di, ella me besó la mejilla, me olvidé por completo de la espina y de pronto estaba de vuelta en el bar, eso era lo que quería, ahora lo entendía claramente, lo que nunca había recibido y estaba loco si pensaba que algún día recibiría por parte de una persona como Ana, aquí viene la parte cómica, la niña era Ana, dime si los años no son crueles…
Continuará...
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