Sueño del que desperté
terminó toda ilusión,
solo, con una canción
triste al final me quedé,
tomé fuerzas no lloré
y el día me fue testigo
luego del duro castigo
que por nada recibí.
Una cosa yo aprendí
siempre cumplir lo que digo,
se muy bien que en este adiós
mi cariño te demuestro.
El dolor es buen maestro
y un sollozo es esa voz
que el hombre manda hasta Dios
bebiendo la amarga hiel.
La letra hiere al papel
y al corazón las palabras,
por cada ventana que abras
mi voz entrará en tropel
para decirte mil veces
nunca serás olvidada,
por cada noche estrellada,
por cada campo y sus mieses,
por cada lago y mil peces,
por cada herida que purgo,
cada vez que un dramaturgo
llanto en su prosa traerá
mi corazón buscará
un jardín el Luxemburgo.
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