XVIII. El aliento
El alma mía
en tu boca,
dulce aroma
que retiene la delicia
que conviene
a mi amor que se desboca.
Haz de sueño,
fuerza loca que desprende amanecer
con calor
que viene a ser lo mismo
que en un desierto el agua
que evita al muerto
y el aire
del renacer.
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