Me sabe a sal cada canto,
cada esquina,
cada invierno,
cada luz
y no discierno lo profano de lo santo.
Me sabe a líquido llanto la tarde,
la aurora,
el mar,
el perdido palpitar que me lleva no se a donde,
un suspiro
me responde que me invita
a descansar.
Me sabe a sal cada paso,
cada calle,
cada puente,
cada foco intermitente que supone ser abrazo,
cada historia,
cada caso perdido,
cada local.
Cada verso sabe igual,
cada grieta,
cada muro,
cada grito prematuro
y todo
me sabe a sal…
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