Se mece en el árbol
la gracia que brilla,
se tiñe de rojo
la tarde
y la noche se empieza a lucir.
Hay un argento broche colgando entre algodón,
la luna sencilla.
Mis pasos se pierden cerca de la orilla,
mis alas se extienden
y estoy confundido,
encuentro una pista,
el rumbo al olvido,
hay una estación que me espera en las nubes,
un arco,
una aureola en mis alas querubes,
luego,
el retorno del poeta dormido.
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