Todo un clásico, presentaré este cuento en entregas semanales, espero les guste, ah, el cuadro de acá a la par es de Salvador Dali...
Te y Cuchillos
Por Walter Gonzalez
Antes de empezar mi relato quiero aclarar que no todas las cosas que narro ocurrieron en el mismo orden, las cuento según su importancia, pero todo es real, desentrañado de toda sutileza, ironía, simbolismos y analogías, es una historia muy simple que sí sucedió.
¿De donde vienen las ideas? ¿A dónde van?, quizás vienen de la nada, se alimentan de la misma comida que nutre a los sueños, viven de miedos, de deseos insatisfechos, comen angustia pero no los digieren, por el contrario, los vomitan para que se queden en nuestra mente como una mancha apestosa e indeseable, y muchas veces las prohibiciones y las imposibilidades, que son oportunamente muros en que chocan esas ideas y esos sueños, lejos de detener, dan fuerza a esas irrealidades.
No se porqué tendemos a aferrarnos a aquellas metas que no son metas, sino abismos sin fondo, la prisión de la imposibilidad debería darnos reposo, como el saber que la noche es noche y que el día es día, el saber que se puede y el saber que no se puede, pero ¿Porqué el hombre inventa aviones entonces? ¿Es que la naturaleza no le dejó en claro que no puede volar?, ¿Porqué el automóvil?, es totalmente una rebeldía escondida en corazones obstinados que no admiten un no, y que hallan la escalera para bajar y subir al abismo como se les antoje, tiraron abajo las rejas, se liberaron a si mismos, y un mísero esclavo atado a una roca llora y se pregunta ¿Porqué no me puedo desatar?, y parece que se responde con la misma duda, se perfora el corazón hasta morir y a la vez cuantos cientos de esclavos aman la roca a la que se hallan atados, y otros que hacen como si no existiera.
En una prisión la tenía a ella, preciosa, dulce, encantadora, amante, deseable pero ajena, si, por eso estaba en esa prisión, cada vez que podía subía y se iba a veces antes de llegar a las estrellas, a veces llegaba a una, a veces a otra, pero me asustó terriblemente cuando me indicó la posibilidad de buscar un refugio perpetuo después de las estrellas, ya una vez estuvo detrás del gran acuario, pero yo no la conocía entonces, eso no importa en todo caso, el asunto es que me intranquilizó pues nunca he salido de mi atmósfera, ni se me había ocurrido que se la pasase tan bién allá arriba, no tenía porqué importarme, y aún si tuviera que, ella no se quedaría allá, después de las estrellas lo único que hay es frío y vacío, no creo que ella lo soporte.
Lo único que me quedaba por hacer era tratar de disfrutar los últimos días con ella, pero era tan difícil, ella no quería lastimarme y puso una cortina en las rejas de su jaula de manera que yo no pudiera verla, me dolió tanto que me enojé con ella, luego ella quiso contentarme con halagos y palabras dulces, pero no me atreví a recibir sus muestras de afecto, ella sufría tratando de consolarme y yo sufría tratando de olvidarla, no se de donde me había nacido la idea de que nos queríamos el uno al otro, en forma extraña y confusa, a través de gritos y malos tratos, ja, pero era como si de alguna forma nos estuviéramos jugando una gran broma el uno al otro, una dolorosa broma.
A veces quería irme, a veces quería quedarme y el motivo de ambos deseos era el mismo, ella, cuando subía ella yo no me atrevía a seguirla, como no me atrevía a entrar a su jaula, lo curioso es que desde mi lado era ella la encerrada y desde su lado era yo el encerrado, los dos éramos libres y prisioneros a la vez, y yo me sentía mas prisionero que libre, mas encerrado que ella y quería escapar entrando a la jaula de ella aunque no me atrevería nunca a hacerlo.
Absorto en mis ideas me hallaba cuando resultó que estando ella medio despierta, la soledad vino y le dio tal golpe, que no pudo sostenerse en pié y cayó al suelo como muerta, así que rompí su cortina y entré sin pensar en su jaula, vi entonces que no estaba sola y que no había sido la soledad quien la había golpeado, había sido la desesperación que estaba todavía sentada en un rincón, la vi con desprecio y quiso tomarme y golpearme también, pero no lo consiguió, despertó de su inconciencia la amada mía y se levantó, el suelo empezó a temblar, ahora mi amada era una niña y me dijo que quería que me quedara con ella, me preparó una taza de té, una taza solamente y me la bebí entera mientras ella me veía, cuando terminé de beber, ya no era la niña y nunca mas volvería a serlo, dejó de temblar.
Yo me resistía a salir de su jaula, ella me veía con desprecio, igual que las fotos que tenía ella colgadas, en todas ellas el mismo rostro, el rostro del final del mundo, y todas las fotos y ella me miraban con el ceño fruncido pues yo no quería salir de la jaula, y lloré por ello, y noté que en tanto mas lloraba me iba haciendo mas joven y no dejé de llorar hasta que me convertí en niño, y la desesperación, que seguía en la misma esquina que hacía un rato me tomó por detrás, me levantó y me arrojó en el suelo, tenía yo entonces como dos meses de haber nacido pero no morí con el golpe aunque perdí el sentido, cuando desperté estaba afuera de la jaula, todavía era niño aunque un poco mas grande, lo suficiente como para tener memoria, y nunca mas dejaría de serlo, creo que las fotos dejaron de fruncir el ceño.
Continuará la próxima semana...
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