Te vi sin conocerte y nunca supe
que aquella faz ajena predeseada
sería la visión y la portada
de la contraexpansión en que no cupe.
Mis ojos se prendaron de la vista
que frente a la miopía se me impuso,
de ahí que con prestancia siempre cruzo
la línea que hay entre amante y artista.
No importa que las noches tengan velas,
ni que las mariposas sean ficticias,
no importan despedidas vitalicias,
ni blancos mantillones de mil telas.
Te quiero como fuiste, tal como eres,
Pues ¿Cómo he de ignorar divinos seres?
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