Arranco mi rostro de entre los charcos
y la tarde me amenaza con golpes de viento y lodo,
de pronto me vuelvo invisible entre los retazos
que la nada persigue.
Me arriesgo a someterme a mi mismo al interrogatorio perpetuo,
contengo la respiración y me sumerjo,
callo,
cada suspibostezo va deshaciendo poco a poco mi alma,
pretendo olvidarme de todo,
de la lluvia, de las cicatrices, de tus palabras,
de que todo está bien...
No comprendo que cada paso que voy dando
es irrepetible,
cada uno, va siendo de los últimos.
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