Estamos sentados uno frente al otro sin decir una palabra, es extraño, tratar de imaginar lo que piensas, tratar de entrar en tu mente; ni siquiera consigo que me veas. Tú y tu costumbre de entrar y no anunciarte, sosteniendo un escudo, un muro entero, talvez estás pensando en irte y dejarme solo. Desvarío, trato de ver al suelo, no pensando que termina donde empiezan tus pies, no funciona. No me doy cuenta en qué momento convertimos este salón en un universo dividido. Estamos separados por un infierno y no lo puedo cruzar. Mejor cierro los ojos, tú ni siquiera te das por enterada, no importa. No sabemos nuestros nombres, no conozco el tuyo y he olvidado el mío, tu nombre no importa. Tú me ignoras, revisas el celular y luego meditas en tus uñas, me evitas a toda costa. No te odio, no te culpo, no nos pertenecemos. Descubrí que somos un universo dividido porque aunque no tenemos necesidad de permanecer aquí, lo hacemos, no habría otra razón para que este instante de tiempo lo debamos compartir, o este espacio en el cosmos. No nos pertenecemos. Por fin, he resuelto abrir los ojos solo para ignorarte o para ver más allá de tus ojos infinitos, seguís acá y me sorprendo, este instante, esta fracción, este infinito, este universo es mío y tuyo. No hay paredes, ni puertas, ni alfombra, ni lámpara, ni techo, ni sillones, ni macetas, ni plantas, ni ventanas, en este momento cósmico ni siquiera tenemos cuerpo, somos una chispa, una colisión de planetas, un big bang creador, nuestras miradas se hallaron.
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