viernes, 16 de abril de 2010

Elogio de un Cuerpo Ajeno, Parte IX

Los senos

Adivino
tu silueta sin luz,
sin abrir los ojos,
en mis manos
dos manojos de maternidad inquieta
te delatan,
no hay secreta vislumbre
tras el latir de un corazón faquir
que se cubre de montaña,
redondez
que te acompaña como luna en devenir.

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