SABADO:
Con una goma del carajo y un aliento peor se despertó el Juan en el piso del cuarto, si no le tocan la puerta para que se vaya no se despierta, ah, que noche la de anoche, solo esto le falló, no despertó con la chava a la par, ella se quedó hasta las 11:59, justo a esa hora como una moderna cenicienta recogió sus zapatos y se fue de allí corriendo, decía que tenía que llegar a casa antes que terminara la reunión familiar de cada año nuevo, su familia no le perdonaría una ausencia a ese ritual que hacían con el ponche y los tamales, ¿Qué mas dá? Carajo, el Juan estuvo cerquita, bien cerquita de pasar por el umbral entre el mito y el sueño hecho realidad, ah, menos mal que tenía sueño, de todos modos le hubiera quedado mal, se consolaba, pero después de aquello, bueno, después de lo que pasó esa noche ya era solo de llegar y terminar la misión, ya no resentía tanto el haber tenido que vender su pedazo de carro, su guitarra, sus discos y endeudarse hasta el cuello solo para hacerle la pantalla a la chicha pues había valido la pena, se había “enamorado” grueso de Ana y habría hecho lo que fuera tan solo por… bueno, por hacer eso que no hizo.
¿Qué hacer ahora?, bueno, lo primero era ponerse los pantalones, literalmente, lo segundo, irse, luego pues curarse la goma y ya tranquilo ir a buscarla, he ahí el problema, el primero de enero en Guate es el día mas largo para andar en la calle, todo está cerrado, tuvo que comprar un su jugo de naranja en una gasolinera y esperar que el sol le ayudara, pagar los dineros que tan hábilmente se había gastado en nada, devolver los adornitos que traía, cuando no pagar los que había roto, así andaba el Juan por la calle, como el mísero pelagatos que era en realidad, vestido de traje blanco, pateando una lata, el pelo mal pegostioso de gelatina y lentes oscuros que le ayudaban a mitigar la fotofobia, el dolor de cabeza y las ganas de vomitar no se iban, trataba de ser optimista, de recordarla y pensar que había de alguna manera hecho nacer algo lindo en el corazón de Ana, eso y que una noche dentro de muy poco, sería la noche.
domingo, 31 de agosto de 2008
viernes, 22 de agosto de 2008
Sucedió el año pasado, Parte III
VIERNES:
El idilio que acababa de nacer pasaba de ser un mal chiste a algo muy serio, podía notarse esto en la manera tan enfermiza en que Ana se arreglaba ese día, es que había un resquicio del jueves que la tenía como poseída, la vislumbre del chico pistudo, el cabrón billetudo, choco pero platudo, tiene que regresar a la tienda, se repetía la chica mil veces, tiene que regresar, se lo repetía murmurando como un mantra sagrado mientras se peinaba, se despeinaba y se repeinaba, y luego se probaba una y otra y otra ropa interior, quien sabe que pensaba mientras lo hacía. A pesar de todo llegó bien temprano al trabajo y se la pasó toda la mañana tronándose los dedos cada quince minutos y cambiando su chicle cada vez que perdía sabor, debajo del mostrador había un tapiz entero hecho con chicles masticados, ni siquiera salió a comer, no fuera que llegara el patojo y ella no estuviera, no bebía agua por no tener que ir al baño y no desprenderse del mostrador, se hicieron las diez de la mañana y nada, las once y nada, las doce, la una, las dos, las tres y nada… cinco menos cinco y unos anteojos con un nerd por detrás irrumpieron en el centro comercial y se acercaron al mostrador donde estaba Ana, ella no resistió y sin pensarlo se arrojó sobre su cuello y le besó la mejilla, John Juan Giovanni retrocedió un poquito por la impresión y se sacó de la chaqueta un boleto, puedo jurarles que por una fracción de segundo el boleto brilló igual o un poquito más que los ojos de Ana, era un concierto para esa misma noche, ¿Quién se presentaba? Era lo que menos importaba, lo que valía era él, su pisto pues…
Sobra decir que ese concierto duró muy poco, y la noche se hizo tan larga, el viaje en limo hacia el auditorio y de ahí al hotel y la estadía en el balcón desde donde la vista inolvidable de los fuegos artificiales le daban un cariz mítico a cada caricia, a cada beso, a cada cosquilleo, ella no se detuvo ni tuvo miedo pues ya sabía de lo que trataría la escena final de aquella noche, él en cambio hacía por inventar una destreza que no tenía y de poner en práctica todo lo escuchado, claro que fue un fracaso, pero bueno, era año nuevo, lo demás no importaba.
martes, 12 de agosto de 2008
Sucedió el año pasado, Parte II
JUEVES:
Seguía la pobre Ana trabajando, cada minuto mas enojada que el minuto anterior, no podía dejar de pensar en lo mismo, a veces se culpaba ella misma, es que que tonta, cómo no se iba a fijar que ese tarado no haría nada bueno con esa cosa, porqué carajo se lo dio si se notaba que no iba a comprar nada, se le notaba que no traía pisto, así estaba ella, absorta en tanto pensar cuando ve acercarse a su mostrador al culpable de esta su mas reciente desgracia, bueno, venía un poco distinto que como ella lo recordaba, traía un relojazo de oro y un celular de esos de tecnología de punta que ni han venido al país, venía dizque hablando por el aunque lo traía apagado. Era una gran diferencia la que le propinaba un par de anteojos de marca con graduación personalizada, hasta ahora Ana lo vio canchito y lindo, chulito como ella decía, uy, ella estaba que ya se le lanzaba encima, se puso tan nerviosa de verlo que casi tira ella solita una tira de frascos de perfume del que su novísimo espejismo le había roto uno el día anterior. Que diferencia, el sopenco de ayer era hoy un Don Giovanni, o sea un Don Juan, Don Johnny, Don Johnson, Don Trump, no importa, vean nada mas la pantalla que le hace un pocote de pisto. Toma tus seis pacos, le dijo y le tiró los seis billetes café rojizo sobre el mostrador, tomó otro frasco igual y lo tiró al piso con todas sus fuerzas, se sacó otros seis marroquines y se los tiró al vidrio otra vez, entonces Ana en gesto casi hipnótico, con los ojos en blanco abrió la gaveta y guardó los billetíos sin contarlos dentro del cajón, volteó a ver y su príncipe choco ya se había ido, volvió al cajón y sacó la plata para contar uno por uno cada billete, ¿habrá sido real o me lo habré imaginado?, ah, otra noche sin dormir pero ahora de puro gusto, ojalá lo tuviera conmigo, tan guapo el, y tan, tan, tanto pisto que tiene…
Seguía la pobre Ana trabajando, cada minuto mas enojada que el minuto anterior, no podía dejar de pensar en lo mismo, a veces se culpaba ella misma, es que que tonta, cómo no se iba a fijar que ese tarado no haría nada bueno con esa cosa, porqué carajo se lo dio si se notaba que no iba a comprar nada, se le notaba que no traía pisto, así estaba ella, absorta en tanto pensar cuando ve acercarse a su mostrador al culpable de esta su mas reciente desgracia, bueno, venía un poco distinto que como ella lo recordaba, traía un relojazo de oro y un celular de esos de tecnología de punta que ni han venido al país, venía dizque hablando por el aunque lo traía apagado. Era una gran diferencia la que le propinaba un par de anteojos de marca con graduación personalizada, hasta ahora Ana lo vio canchito y lindo, chulito como ella decía, uy, ella estaba que ya se le lanzaba encima, se puso tan nerviosa de verlo que casi tira ella solita una tira de frascos de perfume del que su novísimo espejismo le había roto uno el día anterior. Que diferencia, el sopenco de ayer era hoy un Don Giovanni, o sea un Don Juan, Don Johnny, Don Johnson, Don Trump, no importa, vean nada mas la pantalla que le hace un pocote de pisto. Toma tus seis pacos, le dijo y le tiró los seis billetes café rojizo sobre el mostrador, tomó otro frasco igual y lo tiró al piso con todas sus fuerzas, se sacó otros seis marroquines y se los tiró al vidrio otra vez, entonces Ana en gesto casi hipnótico, con los ojos en blanco abrió la gaveta y guardó los billetíos sin contarlos dentro del cajón, volteó a ver y su príncipe choco ya se había ido, volvió al cajón y sacó la plata para contar uno por uno cada billete, ¿habrá sido real o me lo habré imaginado?, ah, otra noche sin dormir pero ahora de puro gusto, ojalá lo tuviera conmigo, tan guapo el, y tan, tan, tanto pisto que tiene…
martes, 5 de agosto de 2008
Sucedió el año pasado, Parte I
Presento este cuento que espero les sea agradable, no sé que perfume será el del frasquito de acá a la par pero me gusta lo coquetón del diseño...
El caso es que no hay caso, estar aquí escribiendo es igual que hablar solo, un dialogo impuro conmigo mismo, digo impuro porque tengo la osadía de contradecirme de cuando en cuando, ja, como si alguien lo notara, es que estaba recordando algo que no se si soñé o me lo contaron, era sobre una chica que se casó hace poco, amor platónico por aquello de la plata del tipo o quien sabe, al rato ella sí lo quiere, la historia que me sé (la que no se si soñé o me contaron) empezó un miércoles y terminó un domingo y fue así mismo como suena, o sea, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, así que para no hacernos bolas, contaré la historia día por día…
MIERCOLES:
Ana, que así se llamaba la chica, trabajaba en un mostrador de perfumería, el día no le había comenzado muy bien, todavía estaba muy molesta con Aniceto, su novio, resulta que el día anterior, martes, había él decidido gastarle una broma a Ana, la llamó por teléfono y le dijo que a él lo habían atropellado, que le habían roto las dos piernas y varias costillas pero que aún así estaba reposando en casa, ella salió corriendo del trabajo y al llegar lo encontró en cama cubierto por una manta, cuándo ella se acercó a verlo así, tan pasivo, tan casi muerto, le quiso hacer una caricia y el muy tarado le acertó un pastelazo justo en el rostro a la chica, una broma muy pesada de día de los inocentes… Debido a eso Ana ya no quería saber de él, como él no trabajaba, se decía ella, era un total desconsiderado y bueno, con ese trasfondo ella estaba de muy mal humor, en eso llega un chico a la perfumería, no era muy agraciado y los gruesos anteojos le favorecían todavía menos, pidió ver un perfume bastante caro, Ana, un poco reticente se lo sacó de la vitrina, por alguna razón intuyó que el chico no podía pagar algo coo ese frasco, ¿Qué será que generalmente los feos son pobres?, el pobre Giovanni o Juan en buen español soltó el frasco en queriendo destaparlo y el nardo dio su olor… entre mil pedacitos de cristal, y bueno, al fin de cuentas resultó que las sospechas de Ana eran correctas, Juanito o Giovanni, como quieran, no tenía un peso encima y mucho menos dos, ah carajo, y ahora que hacemos, te dejo mi reloj, ¿y yo para qué quiero esa porquería? Era el pendejo diálogo que se le repetía en la cabeza a Ana una y otra vez durante la noche, igual ni durmió, quinientos ochenta pesos que para Ana eran un gran cuentazo en el bolsillo, Ah jodido desgraciado, que te voy a pagar cuando consiga trabajo no que nada, Ah carajo, que mala, mala suerte…
El caso es que no hay caso, estar aquí escribiendo es igual que hablar solo, un dialogo impuro conmigo mismo, digo impuro porque tengo la osadía de contradecirme de cuando en cuando, ja, como si alguien lo notara, es que estaba recordando algo que no se si soñé o me lo contaron, era sobre una chica que se casó hace poco, amor platónico por aquello de la plata del tipo o quien sabe, al rato ella sí lo quiere, la historia que me sé (la que no se si soñé o me contaron) empezó un miércoles y terminó un domingo y fue así mismo como suena, o sea, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, así que para no hacernos bolas, contaré la historia día por día…
MIERCOLES:
Ana, que así se llamaba la chica, trabajaba en un mostrador de perfumería, el día no le había comenzado muy bien, todavía estaba muy molesta con Aniceto, su novio, resulta que el día anterior, martes, había él decidido gastarle una broma a Ana, la llamó por teléfono y le dijo que a él lo habían atropellado, que le habían roto las dos piernas y varias costillas pero que aún así estaba reposando en casa, ella salió corriendo del trabajo y al llegar lo encontró en cama cubierto por una manta, cuándo ella se acercó a verlo así, tan pasivo, tan casi muerto, le quiso hacer una caricia y el muy tarado le acertó un pastelazo justo en el rostro a la chica, una broma muy pesada de día de los inocentes… Debido a eso Ana ya no quería saber de él, como él no trabajaba, se decía ella, era un total desconsiderado y bueno, con ese trasfondo ella estaba de muy mal humor, en eso llega un chico a la perfumería, no era muy agraciado y los gruesos anteojos le favorecían todavía menos, pidió ver un perfume bastante caro, Ana, un poco reticente se lo sacó de la vitrina, por alguna razón intuyó que el chico no podía pagar algo coo ese frasco, ¿Qué será que generalmente los feos son pobres?, el pobre Giovanni o Juan en buen español soltó el frasco en queriendo destaparlo y el nardo dio su olor… entre mil pedacitos de cristal, y bueno, al fin de cuentas resultó que las sospechas de Ana eran correctas, Juanito o Giovanni, como quieran, no tenía un peso encima y mucho menos dos, ah carajo, y ahora que hacemos, te dejo mi reloj, ¿y yo para qué quiero esa porquería? Era el pendejo diálogo que se le repetía en la cabeza a Ana una y otra vez durante la noche, igual ni durmió, quinientos ochenta pesos que para Ana eran un gran cuentazo en el bolsillo, Ah jodido desgraciado, que te voy a pagar cuando consiga trabajo no que nada, Ah carajo, que mala, mala suerte…
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