miércoles, 16 de junio de 2010

Prisionera en París, parte II

Badajo

Badajo, sol moribundo
con sangre en un ojo tuerto
se sepulta en campo viejo
bajo un vestido de luto,
a lo lejos llora el búho
como preso de la noche,
hay un río que recorre
lo que va a tocar la luna,
hay un suspiro que embruja
con resplandores de bronce.

Marañas de azúcar densa
sobre un despuntar azul,
como un eco vienes tu
de la nada a ser idea.
Viene en una nube abierta
tu rostro y no se de donde,
no sé si el sueño me aloque,
o si es desesperación,
solo sé que de ese amor
quedan tus huellas de bronce.

Me detengo oyendo el ruido
de una muda madrugada,
mientras la distancia traga
de la luna al infinito,
entre tanto el sueño mismo
marca algún nuevo horizonte,
sin un mapa, sin canciones,
me abandono a la deriva
siguiendo ya no otra pista
que tus suspiros de bronce.

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