martes, 27 de mayo de 2008

Plegaria por la estancia


¡Qué amables son tus moradas, Señor!
Salmo 84


Gracias Señor, los que estamos
sobre el polvo de tu piso,
tan lejos del Paraíso
de tu Reino, saludamos,
con el Alcívar que estamos
conviviendo, la bondad
con que acogiste la edad
temprana que se marchó.
La tierra se estremeció,
¡ah Señor, tanta crueldad!

La vida es fragilidad,
la terrenal, la que vivo,
la que me tiene cautivo,
la aparente libertad.
Castrada la pubertad,
¿hacia dónde miraremos?
¿Hacia dónde? No seremos
quienes pongan en el hilo
del equilibrio, otro filo
a la equidad, no podemos.

En qué zanja vengaremos
tanta ausencia, ¿quién acusa?
No, Señor, sobran excusas
que nunca mitigaremos.
Porque el dolor que tenemos
no tiene nombre y nos duele
como el clavo que repele
apartarse de tu hijo.
Amargo es ese acertijo
que de nos, no se conduele.

Que tu vientre nos consuele
este ardor que martiriza,
tu vientre, la suave brisa
en la que su alma vuele.
Pero es que la vida suele
ser tan corta y sin embargo,
su ausencia es un tramo largo
que desborda al infinito.
¡Ah, señor, calma este grito
que nos brota gris y amargo!

¿Hay perdón para el embargo
de una sonrisa lozana?
Tú que por una manzana
nos sumiste en el letargo
del exilio, di qué sargo
aleteará en la pupila
del pecador que se asila
en el templo de la duda.
La ironía es la cruda
realidad que nos mutila.

Pero la vida desfila
entre los días del hombre
dejando penas sin nombre
que tanto amargor destila.
Sin embargo, se perfila
otra porción del dilema.
Señor, guardad nuestra Gema
en tu vientre peregrino
para que no sea el destino
sólo esa sed que nos quema.

Sea tú bondad extrema
para salvarnos. Aladas
son tus amables moradas
que excomulga el anatema
del rencor, no el emblema
que nos diluvia tu canto.
Lloramos, más nuestro llanto
no se escuda en la agonía
de la falsa idolatría
del que llora por espanto.

Sólo porque está en tu manto
protegida por tu amor,
en algo calma el dolor
en algo calma el quebranto.
Su ida fue un adelanto
pero líbrala Dios mío,
en tus moradas, del frío
de los inviernos del Hades.
Líbrala de soledades
y a nosotros, del vacío.

Modesto Caballero Ramos
(poeta cubano)
27-03-08

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