miércoles, 25 de agosto de 2010

La Escena de la Catarsis (fraudulenta). En la misma cueva de ayer estoy listo para empezar la diatriba, ya no existo, soy la sustancia residual que no intenta convencer a nadie, la calma revienta, la espera florece (o muere) no lo sé.

Hay una pira encendida y un quinqué, un pergamino, un ancla, una condición disfrazada de cadena, un escalón, una puerta al infinito y un “Porqué”.

Un catalejo me observa en algún punto estratégicamente localizado entre el infinito y el tiempo contado, debajo del agua persigo al difunto que tiene mi rostro, no encuentro el conjunto de silentes abstracciones con el sueño como botella y un astro como dueño.

Pregunto al vacío por la llama gris y un puente se me extiende del infeliz despertar a la meta de un fatuo ensueño.

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