martes, 3 de julio de 2007

ESPASMO II

EL DISCURSO DEL CAPITÁN

Al mismísimo capitán todos ponían por las nubes.
¡Qué porte, qué naturalidad y qué gracia!
¡Qué solemnidad, también! ¡Cualquiera podía ver que era un hombre sabio,
con sólo mirarle a la cara!

Había comprado un gran mapa del mar,
sin un solo vestigio de tierra.
Y toda la tripulación estaba encantada, al ver que era
un mapa comprensible para ellos.

"¿Qué utilidad tienen el Ecuador, el Polo Norte y las zonas de Mercator,
los Trópicos y las líneas de los Meridianos?"
Así decía el capitán. Y la tripulación contestaba:
"¡Son solamente signos convencionales!"

"Otros mapas tienen formas, con las islas y los cabos,
pero nosotros debemos agradecer a nuestro valiente capitán
(así hablaba la tripulación) que nos haya comprado el mejor...
¡un perfecto y absoluto mapa blanco!"

Esto era maravilloso, sin duda, pero pronto averiguaron
que el capitán, al que ellos tenían en tan buena estima,
sólo tenía una idea para cruzar el océano,
y ésta era tocar su campana.

Era pensativo y serio, pero las ordenes que daba
eran suficientes para desorientar a la tripulación.
Cuando gritaba "¡Girad a estribor, pero dejad la proa a babor!",
¿qué diablos podía hacer el timonel?

Entonces el bauprés y el timón se confundían en ocasiones,
algo que, como decía el capitán,
ocurre frecuentemente en climas tropicales,
cuando una nave está, por decirlo así, "snarkada".

Pero el fallo principal ocurrió durante la navegación,
y el capitán, perplejo y afligido,
dijo que él había esperado, al menos, que cuando el viento soplara
hacia el Este, el barco no fuese rumbo al Oeste.

Pero el peligro había pasado. Por fin habían desembarcado,
con sus cajas, maletas y bolsas.
Sin embargo, a primera vista, a la tripulación no le gustó el paisaje,
que estaba plagado de acantilados y rocas.

El capitán percibió que los ánimos estaban bajos
y contó, en tono melodioso,
algunas bromas que se había guardado para las ocasiones de aflicción.
Pero la tripulación no hacía más que gemir.

Les sirvió ponche con mano generosa
y les invitó a sentarse en la playa,
y ellos reconocieron que su capitán tenía un magnífico porte,
mientras permanecía de pie lanzándoles un discurso.

"¡Amigos, nobles y campesinos, prestadme atención!"
(A todos les gustaban las citas,
así que a su salud bebieron y gritaron tres hurras,
mientras él les servía otro vaso.)

"¡Hemos navegado varios meses, hemos navegado muchas semanas
(cuatro al mes, podéis anotar)
pero todavía, hasta este momento (y es vuestro capitán el que habla),
no hemos visto, ni por asomo, un snark!

¡Hemos navegado muchas semanas, muchos días
(siete por semana, lo reconozco),
pero nunca un snark, sobre el que nos encantaría poner la vista,
nos hemos encontrado hasta ahora!

Venid, escuchad, compañeros, mientras os vuelvo a decir
las cinco señas infalibles
por las que vosotros sabréis, donde quiera que vayáis,
que se trata de un genuino snark.

Vamos a conocerlas por orden. Primero, el sabor,
que es escaso y engañoso, pero crujiente,
como un abrigo que está demasiado ajustado a la cintura,
con un aroma a gusto de alfeñique.

Su hábito de levantarse tarde, estaréis de acuerdo conmigo
en que va demasiado lejos, cuando os digo
que normalmente desayuna a la hora del té
y cena al día siguiente.

Tercero, es lento para entender un chiste;
si os atrevéis, probad con alguno,
y suspirará como una criatura muy triste
y siempre estará serio ante un juego de palabras.

Cuarto, le encantan las cabinas de baño,
que constantemente lleva de uno a otro lado,
porque cree que le añaden belleza al paisaje...
Opinión que puede dudarse.

Quinto, es ambicioso. Pero debemos
describir dos grupos;
distinguir entre los que tienen plumas y pican,
y los que tienen bigote y arañan.

Porque, aunque normalmente un snark no hace daño,
es mi obligación deciros que algunos son boojums..."
El capitán, alarmado, se quedó de repente callado
al ver que el panadero se había desmayado.

La Caza del Snark,
Lewis Carroll

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